En ciertas ocasiones nos regresa el eco de nuestra propia cultura. Así ocurrió con un joven nacido en 1939 en Tokushima, Japón. Un día al escuchar cante flamenco quedó fascinado al punto de abandonar su hogar. Tras cruzar Rusia con el Transiberiano, llegó a Madrid a mediados de los sesenta para aprender baile flamenco. Hoy, Shoji Kojima es un peculiar referente de un diálogo entre culturas que reside y trabaja en Tokio.
Del encuentro entre este bailarín y el pintor Frederic Amat, surgió este proyecto, que responde a la inquietud de ambos de llevar la experiencia del flamenco a otros territorios como la poesía, pintura, la acción escénica, etc.